domingo, 14 de abril de 2024

Arena, agua y muerte: se repite la historia como tragedia

Por Gregorio Moya E.
Fue asesinado el agricultor Francisco Ortiz, quien desapareció la madrugada del jueves 11 de abril, cuando trató de impedir la extracción de arena en el río Tireo, del municipio del mismo nombre en Constanza. Por defender el río este agricultor fue asesinado. Esta es una historia que se repite, pero otra vez como tragedia, tragedia que se lleva una vida útil y al servicio de los demás. Así ocurrió el 12 de octubre de 1998, cuando fue asesinado Sixto Ramírez por ser defensor del río Nizao junto con el movimiento ambientalista, del que formaba parte, el cual lucha desde décadas contra la extracción de arena que descarna los ríos, produce inundaciones y daños generalizados.
Arena, agua y muerte, así tituló la periodista Virginia Rodríguez en el Listín Diario un trabajo periodístico el 19 de agosto de 2017, en la que trata sobre la extracción de arena por las granceras, las disposiciones gubernamentales de protección de los ríos nunca cumplidas y la represión y muerte que los asesinos de los ríos, asesinan también a los defensores de la sangre de la tierra y sus venas que son los ríos. Esta historia que se repite, muestra también la insensibilidad e irresponsabilidad de las autoridades, al no disponer medios y recursos para proteger los ríos y cumplir sus propias leyes, con lo cual, son las comunidades y los ecologistas quienes se ven obligados a defender estas fuentes de vida, pagando con represión, cárcel y hasta con sus vidas como es el caso reciente del agricultor Francisco Ortíz, y con el no bien recordado Sixto Ramírez. Hay que decir, que las autoridades actúan o reprimiendo a los defensores de los ríos, haciéndose de la vista gorda frente a los granceros y sus matones, que cometen estos crímenes, siendo por ellos también victimarios. Arena, agua y muerte, a lo que hay que agregar, grandes ganancias para los dueños de las granceras y sus socios políticos de los partidos tradicionales que han gobernado el país en las alcaldías, el congreso, el ejecutivo y la justicia. Esta actividad económica de las granceras no necesita ninguna capacidad para emprender, con solo la complicidad de las autoridades y rodearse de matones que golpean y matan a los defensores de los ríos. La extracción de arena de los ríos refleja el subdesarrollo del país, al depender la industria de la construcción de una actividad económica recolectora, que no crea ni agrega valor en el proceso, que por el contrario degrada, que no es un proceso productivo, sino esencialmente extractivo, con lo que se asemeja a la montería, al hato y la tala de caoba, actividades económicas que fueron un cuello de botella en el desarrollo nacional.
El crimen de las granceras es múltiple. Primero produce un impacto nocivo en el medio ambiente. Segundo es una actividad económica que no necesita uso de la ciencia y la técnica y que como dijimos no crea ni agrega valor, por lo que no contribuye al desarrollo y mantiene a las comunidades y sus propios trabajadores en el atraso. En tercer lugar, por su carácter atrasado y de reconocida nocividad, las granceras actúan como mafias, extorsionando, comprando autoridades, usando la violencia y la criminalidad para imponerse en las comunidades.
La extracción de arena por las “granceras” para el año 2000 era 10,000 m3 diarios en la cuenca baja del río Nizao y 14,000 m3 diarios en el valle del Cibao. Esta actividad depredadora “se realiza generalmente con mala planificación y extracción caótica, sin reclamación posterior salvo en caso de algunas empresas. La extracción no regulada de materiales en orillas de los ríos provoca la destrucción de las franjas boscosas de protección (Díaz y Hernández, 2006; y Geilfus, 2002)”. Cuando el cauce de un río tiene suficiente material granular, estos componentes sirven de obstáculo para que las aguas corran con menos fuerza y velocidad cuando vienen las escorrentías. “Por eso es que es un crimen cuando tú le sacas a un río todo el conglomerado, porque lo pone liso”, dice el ingeniero Augusto Rodríguez, miembro de la Sociedad Dominicana de Geología. (https://periodismoinvestigativo.com/2019/04/la-impunidad-mengua-los-rios-dominicanos)
La extracción de arena de los ríos “influencian las tasas de erosión, sedimentación y contribuyen a la vulnerabilidad frente a sequías e inundaciones, constituyéndose así en una amenaza importante a la conservación forestal. Asimismo, las operaciones mineras provocan una modificación del paisaje por remoción de materiales, generando creación de barrancos y excavaciones”. (Díaz y Hernández, 2006). Los ríos se forman por la erosión que produce el agua por la superficie de la tierra, proceso que además de la erosión, el curso del agua arrastra materiales que se van depositando en esos canales que luego serán los causes de los ríos, hasta un momento en que el discurrir del agua alcanza un equilibrio no erosionan sus orillas ni el cauce o fondo del mismo. La erosión rompe ese equilibrio, en que no se produce ni erosión ni sedimentación, solo el transporte del agua. Francisco Ortiz, agricultor, generador de riquezas, por su actividad, por sus aportes, está en los antípodas de las granceras depredadoras y sus cómplices. Su vida productiva y compromiso manifiesto con el medio ambiente reclama que su martirio no quede impune, que sus asesinos sean traducidos a la cárcel, y que los depredadores de los ríos paguen por su crimen de lesa naturaleza y lesa humanidad.