Por Gregorio Moya E.
Las niñas en República Dominicana son múltiple-mente
victimas.
En sus hogares las niñas son relegadas por la preferencia que tienen
los padres y otros familiares por los niños. Las niñas y adolescentes son víctimas
de violencia de ambos padres y de los hermanos. La violación sexual es más común
que ocurra contra las niñas, con el silencio cómplice de sus madres con mucha
frecuencia. Los trabajos del hogar y el cuidado de los demás miembros de la
familia, son cargados a las niñas y adolescentes para que los progenitores
busquen el sustento de la familia.
En las escuelas, los maestros y grupos de
padres presionan para que las niñas embarazadas sean sacadas de las escuelas.
El acoso sexual, que es más frecuente contra las niñas aumenta porque los
profesores ya no ven a esas niñas como tales, sino que la revictimizan y
aumentan el acoso.
En los centros de salud las niñas son “víctimas
de burlas, degradación, discriminación y desinformación mientras daban a luz en las maternidades del país” por el personal
de salud, como arrojó un estudio realizado por Indira Barinas, una reputada
medica investigadora del país.
En las comunidades las niñas embarazadas también
son víctimas de degradación, burlas y discriminación. El acoso sexual aumenta
porque los adultos tienen el criterio de que la perdida de la “virginidad” le
da patente de corso para acosar a estas muchachas.
En las iglesias a las niñas las consideran
proclives al pecado. En distintas denominaciones evangélicas le canonizan la
forma de vestirse, de peinarse y arreglarse. Si una niña se embaraza se
considera pecadora y sucia. La iglesia católica presionó para que en casos de violación
se prohibiera la interrupción del embarazo para proteger la salud y la vida de
las menores, dándole rango constitucional a esta legalización del asesinato de niñas
que promovió la jerarquía católica con amenazas de pogromo contra los
legisladores y ciudadanos que promovían el derecho a la vida de las mujeres.
Se pobre y ser niña es una condición para ser mas pobre dentro de los pobres
El de Lucecita es un caso donde podemos asegurar
que en ella ha ocurrido la victimización extrema. Por ello estamos de acuerdo
con lo planteado por las organizaciones de mujeres frente a este caso. Estamos
de acuerdo en que es “extremadamente arbitrario que una mujer, y en este caso
una menor de edad víctima de violación sexual, no tenga en nuestro país el
derecho a decidir sobre su vida, su cuerpo y su sistema reproductivo. Resulta
inhumano y cruel obligar a una niña de once años a llevar a término un
embarazo”.
Feminicida es esta sociedad, sus leyes, sus
iglesias, sus instituciones. Por eso, cuando opinantes, obispos, pastores,
ministros, generales y otros tomadores de decisión se rasgan las vestiduras se
comportan como dicen que dijo aquel hombre, como hipócritas, templos
blanqueados y raza de víboras.
Ayer Esperancita, hoy Lucecita, son los nombres
de una tragedia que sufren miles de niñas en una sociedad que hay que
transformar.