viernes, 21 de octubre de 2016

La salud según H. Clinton y D. Trump.

Saúl Franco,
Médico social.
Bogotá, 19 de octubre de 2016.

Después del Brexit en Inglaterra y el triunfo del NO en el plebiscito en Colombia, nadie está seguro de lo que pasará en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos -USA- el próximo mes. Ninguno de los dos candidatos que polarizan la campaña, Hillary Clinton por los demócratas y Donald Trump por los republicanos, ha logrado marcar una diferencia favorable y constante. Y si bien en salud – como en los demás temas de la agenda política – no todo depende de quién gane la presidencia, el ganador/a tiene un margen de maniobra importante en la orientación y las decisiones en salud.
A pesar de algunos logros, de destinar el 17% de su PIB a salud y de un gasto per cápita en salud de US$ 9.403 – 10 veces su equivalente en Colombia –, los indicadores de salud de  USA distan mucho de estar entre los mejores del mundo. Su sistema de salud sigue siendo fragmentado, centrado en la atención de las enfermedades y con gastos administrativos altísimos. Un 10% de los 322 millones de sus habitantes, sigue estando por fuera del sistema de salud. Cada hora se producen en promedio tres homicidios por arma de fuego y los suicidios se incrementaron en un 24% en los últimos quince años. Las inequidades en salud son aún muy grandes entre los diferentes grupos étnicos, minorías y estados que conforman el país. Y la inversión en investigación en salud sigue siendo inmensamente menor al gasto en guerra. Mientras el presupuesto anual de su Instituto Nacional de Salud es de US$ 32.000 millones, sólo en 2014 el gasto militar de USA fue de US$ 610.000 millones.
El cambio reciente más importante en su sistema de salud ha sido la reforma sanitaria de 2010, impulsada por el presidente Obama y conocida, por tanto, como Obamacare. En lo fundamental se orienta a tratar de reducir costos, hacer obligatoria la afiliación, aumentar la cobertura, reducir las preexistencias y mejorar la calidad de la atención. Sus resultados hasta ahora son positivos, pero insuficientes. Pues bien, el respaldo al Obamacare o su eventual eliminación, se convirtió en el punto central del debate en salud de los dos candidatos presidenciales.  Clinton ha enfatizado su compromiso de mejorarlo, y Trump su promesa de desmontarlo.
Hace poco la reconocida revista The New England Journal of Medicine -NEJM- invitó a los dos candidatos a presentar por escrito una síntesis de sus propuestas en salud. Trump no atendió la invitación. La respuesta de H. Clinton la publicaron en la edición del 28 de septiembre. Parte de que la atención en salud debe ser un derecho y no un privilegio. Se propone como meta el acceso universal de la población a servicios de calidad, independiente del lugar de residencia, el ingreso y la historia clínica previa. Y traza cuatro objetivos concretos: mejorar el Obamacare, garantizar servicios asequibles para todos, lograr mejor salud y servicios de salud de manera integrada y no fragmentada, y fortalecer la investigación y la innovación en salud.
Según otro artículo de la NEJM, del 16 de este mes, Trump ha insistido en que revocará el Obamacare, pero sin precisar cómo lo hará ni cuál es su plan alternativo. Ha dicho algo en cuanto a protección de la gente de los altos costos del seguro de salud; sobre la vigencia de dicho seguro por fuera del Estado de residencia, y sobre la posible importación y negociación de los precios de los medicamentos. Lo demás puede inferirse de su trayectoria de vida, su actitud y sus comentarios frente a otros temas. Ha sido más explícito el Comité programático del Partido Republicano, que ha señalado inclusive las limitaciones políticas del eventual presidente. Pero son bien conocidas tanto las diferencias entre los mismos republicanos, como las distancias entre el candidato y la institucionalidad del Partido.

Desde afuera y con la información disponible, uno piensa que le iría mejor a la salud de los estadounidenses y a sus servicios de salud con un triunfo de H. Clinton. Pero no habría cambios sustanciales. Ella encarna el mismo establecimiento. Con Trump, en todo caso, el retroceso es seguro, la mercantilización será aún mayor y los costos incalculables en salud y bienestar.