Saúl Franco,
Médico social.
Bogotá, 19 de
octubre de 2016.
Después del Brexit en Inglaterra y el
triunfo del NO en el plebiscito en Colombia, nadie está seguro de lo que pasará
en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos -USA- el próximo mes.
Ninguno de los dos candidatos que polarizan la campaña, Hillary Clinton por los
demócratas y Donald Trump por los republicanos, ha logrado marcar una
diferencia favorable y constante. Y si bien en salud – como en los demás temas de
la agenda política – no todo depende de quién gane la presidencia, el ganador/a
tiene un margen de maniobra importante en la orientación y las decisiones en
salud.
A pesar de algunos logros, de destinar
el 17% de su PIB a salud y de un gasto per cápita en salud de US$ 9.403 – 10
veces su equivalente en Colombia –, los indicadores de salud de USA distan mucho de estar entre los mejores del
mundo. Su sistema de salud sigue siendo fragmentado, centrado en la atención de
las enfermedades y con gastos administrativos altísimos. Un 10% de los 322
millones de sus habitantes, sigue estando por fuera del sistema de salud. Cada
hora se producen en promedio tres homicidios por arma de fuego y los suicidios
se incrementaron en un 24% en los últimos quince años. Las inequidades en salud
son aún muy grandes entre los diferentes grupos étnicos, minorías y estados que
conforman el país. Y la inversión en investigación en salud sigue siendo
inmensamente menor al gasto en guerra. Mientras el presupuesto anual de su
Instituto Nacional de Salud es de US$ 32.000 millones, sólo en 2014 el gasto militar
de USA fue de US$ 610.000 millones.
El cambio reciente más importante en
su sistema de salud ha sido la reforma sanitaria de 2010, impulsada por el
presidente Obama y conocida, por tanto, como Obamacare. En lo fundamental se orienta
a tratar de reducir costos, hacer obligatoria la afiliación, aumentar la
cobertura, reducir las preexistencias y mejorar la calidad de la atención. Sus
resultados hasta ahora son positivos, pero insuficientes. Pues bien, el
respaldo al Obamacare o su eventual eliminación, se convirtió en el punto
central del debate en salud de los dos candidatos presidenciales. Clinton ha enfatizado su compromiso de
mejorarlo, y Trump su promesa de desmontarlo.
Hace poco la reconocida revista The
New England Journal of Medicine -NEJM- invitó a los dos candidatos a presentar
por escrito una síntesis de sus propuestas en salud. Trump no atendió la
invitación. La respuesta de H. Clinton la publicaron en la edición del 28 de
septiembre. Parte de que la atención en salud debe ser un derecho y no un
privilegio. Se propone como meta el acceso universal de la población a
servicios de calidad, independiente del lugar de residencia, el ingreso y la
historia clínica previa. Y traza cuatro objetivos concretos: mejorar el
Obamacare, garantizar servicios asequibles para todos, lograr mejor salud y
servicios de salud de manera integrada y no fragmentada, y fortalecer la
investigación y la innovación en salud.
Según otro artículo de la NEJM, del
16 de este mes, Trump ha insistido en que revocará el Obamacare, pero sin
precisar cómo lo hará ni cuál es su plan alternativo. Ha dicho algo en cuanto a
protección de la gente de los altos costos del seguro de salud; sobre la
vigencia de dicho seguro por fuera del Estado de residencia, y sobre la posible
importación y negociación de los precios de los medicamentos. Lo demás puede
inferirse de su trayectoria de vida, su actitud y sus comentarios frente a
otros temas. Ha sido más explícito el Comité programático del Partido Republicano,
que ha señalado inclusive las limitaciones políticas del eventual presidente.
Pero son bien conocidas tanto las diferencias entre los mismos republicanos,
como las distancias entre el candidato y la institucionalidad del Partido.
Desde afuera y con la información
disponible, uno piensa que le iría mejor a la salud de los estadounidenses y a
sus servicios de salud con un triunfo de H. Clinton. Pero no habría cambios sustanciales.
Ella encarna el mismo establecimiento. Con Trump, en todo caso, el retroceso es
seguro, la mercantilización será aún mayor y los costos incalculables en salud
y bienestar.
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