Por Gregorio Moya E.
La Alcaldía del Distrito Nacional inauguró el jueves 1 de mayo el denominado parque lineal La Yagüita, con el objetivo de recuperar un espacio que llevaba más de treinta años abandonado en Los Jardines del Norte. Sin embargo, resulta cuestionable calificar como “parque” a lo que en realidad es una acera remozada: se pintó una pared, se sembraron algunas plantas y se instalaron bancos. Llamar parque a una acera, aunque se le agregue el adjetivo “lineal”, es una distorsión, ya sea por ignorancia o por interés, y en ambos casos perjudica la percepción de lo que debe ser verdaderamente un espacio verde urbano.
¿Qué es, realmente, un parque urbano?
Desde la perspectiva del
urbanismo, un parque es un espacio verde dentro de la ciudad, destinado al uso
público y recreativo, que brinda múltiples beneficios ambientales, sociales y
económicos. Los parques son esenciales para el bienestar de las comunidades
urbanas, ya que facilitan la recreación, el ejercicio, la socialización y el
contacto con la naturaleza.
Un tramo de acera mejorada, con
una pared pintada y algunos bancos, por mucho que se planten algunas matas, no
constituye un espacio verde auténtico. No garantiza la recreación segura ni
aporta los beneficios ambientales que se esperan de un parque público.
La importancia de los verdaderos parques
Es fundamental que la Alcaldía
impulse y proteja los parques reales, porque:
- Favorecen la recuperación del espacio público.
- Ofrecen beneficios ambientales, sociales y económicos.
- Son determinantes para la salud y calidad de vida de la población.
Un ejemplo de la relevancia de estos espacios lo representa la regla 3-30-300: una propuesta internacional que sugiere que toda persona debe poder ver al menos tres árboles desde su vivienda, vivir en un barrio con al menos un 30% de cobertura arbórea y contar con un espacio verde de calidad a no más de 300 metros de distancia[1].
Improvisaciones y amenazas al pulmón verde de la capital
Avanzar en la construcción y
recuperación de parques auténticos es acertado y urgente para el bienestar
social y ambiental de la ciudad. No obstante, improvisar y llamar
"parque" a una simple acera con mobiliario urbano es un error que
termina degradando la idea misma de lo que es un parque. Pruebas de este mismo
desacierto son los denominados “parques” improvisados en el medio de avenidas,
como el llamado “zooberto”.
Resulta aún más grave la amenaza
que pesa hoy sobre el Jardín Botánico Nacional, uno de los pulmones principales
del Distrito Nacional. La posible pérdida de hasta 11,000 metros cuadrados de
su superficie es sencillamente un crimen ecológico, disfrazado de solución al
tránsito de la avenida República de Colombia, cuando en realidad parece
responder a intereses inmobiliarios y a la valorización de la zona.
La capital de la República necesita aumentar su capa vegetal, no disminuirla como proyectan con la ampliación de la avenida República de Colombia. El desarrollo urbano no debe dañar el equilibrio ecológico.
En suma, proyectos que cercenan
verdaderos pulmones urbanos y acciones que disfrazan de parques las meras
aceras afectan directamente el medio ambiente y el bienestar colectivo de la
ciudad.
